Kilómetros |
164 |
Desnivel acumulado |
4794 |
Cota Máxima |
1272 |
Duración |
14:47 |
Lugar de inicio y final |
Cabezón de la Sal |
Dificultad |
Extrema |
Mes en que se realizó |
Mayo de 2008 |
Época recomendada |
Primavera, verano, otoño |
Suena el despertador a las 6:30
e inmediatamente me levanto con una
sensación que es mezcla de ansiedad e
ilusión.¿Podré acabar? Ha estado lloviendo por la
noche y el pronóstico es de lluvias débiles por la
mañana y tormentas por la tarde. Se mantiene el apelativo del
"Infierno del Norte". Me visto, desayuno, preparo el camelback con
bebida energética y salgo en el coche hacia Cabezón. Hace
frío, por lo que he decidido ir vestido casi de invierno.
Perneras, manguitos para los brazos, chaqueta térmica de
invierno, chubasquero, guantes largos. Sólo el calzado es de
verano. Más tarde tendría que cambiarlo. Me dirijo ya en la bici hacia la salida y se respira un ambiente impresionante. Hay nerviosismo, risas, ilusión. Somos casi 700 bikers. Nunca había visto a tantos juntos. No conozco a ninguno de los que me rodean, pero cuando suenan las tracas que anuncian el inicio de la marcha nos deseamos suerte. Me he colocado por atrás por lo que hay que esperar más de dos minutos a que los de adelante vayan arrancando. Después, la primera pedalada. La segunda. La tercera. Serán muchas. Empieza a llover. |
Aprovechamos los tensos momentos antes de la salida para desearnos suerte ¡Somos casi 700 bikers! |
Al descender a Caviedes empieza
a llover con mucha fuerza. En el primer
avituallamiento me paro a tomar un par de plátanos de los 20 o
así que
me comería ese día. De pronto alguien me llama. Son mis
compañeros del foro que me saludan muy afectuosos. Me alegro
mucho de verlos. Ellos salían ya, por lo que me despido hasta
otro rato más adelante. Termino de comer y reinicio la marcha. Después de un tramo muy lluvioso de carretera llego al inicio de la subida de las lastras. Hasta hace poco esta era una subida de roca y algo de barro de bastante pendiente. El tramo inicial era muy abrupto, imposible de subir en mojado porque la roca resbalaba mucho. Pero lo han transformado. En pocos días una excavadora ha picado la roca y alisado el terreno. Los movimientos de tierra causados por las obras y las fuertes lluvias de los días anteriores han convertido las lastras en un barrizal en el que se hunden las ruedas de la bici. Parece imposible subir montado, sobre todo la primera rampa de fuerte pendiente, pero aún así lo intento. Me alegro de hacerlo porque el barro en esta parte está bastante blando y la rueda apoya sobre las piedras que hay debajo y tiene tracción. Adelanto así a mucha gente que sube a pie. Poco antes de llegar al primer descanso el barro se vuelve más espeso y se me atasca el mecanismo de la cadena, por lo que subo los últimos metros a pata. Sigue lloviendo fuerte. Esto es Mountain Bike puro. ¡Y me encanta! Después del barro llega un corto tramo de carretera hasta La Florida, y luego continúa el camino por una pista buena que asciende hacia la Cueva del Soplao. En un abrevadero muchos aprovechamos para limpiar el barro de la cadena. Si no lo hacemos, al secarse se atascaría la cadena y podría partirse. Después de limpiar, engrasar. En el foro alguien recomendó que llevásemos aceite en la mochila precisamente para esto y ahora le agradezco en silencio el consejo. Al llegar al aparcamiento de la cueva, hay muchos turistas que nos miran extrañados. ¡Debe ser raro ver a tanta gente, con barro hasta en las orejas! ¡Y con la que estaba cayendo! Toca avituallarse. Barritas, plátanos, aquarius, recargar el bidón, y para abajo. |
La subida de las Lastras cubierta de barro nos obliga a desmontar en algunos tramos |
Vadeando el río Quivierda, cerca de Carmona. Ya veníamos calados, así que un poco más de agua no importa |
Este soy yo, cerca del inicio de la subida a Monte Aa |
En el avituallamiento de Ucieda
paro a comer un bocadillo de chorizo, y
otro par de plátanos. No quiero parar mucho para no enfriarme,
por lo que reinicio la marcha en cuanto consigo masticar el bocadillo.
Unos metros más allá me encuentro a mis amigos que
¡han montado un banquete!. Me invitan a macarrones con tomate,
pero yo ya he comido así que me despido mientras envidio sus
caras de felicidad. Ahora toca afrontar una de las subidas más duras, para llegar a la Ermita del Moral a 1000 metros de altitud, en pleno corazón de la reserva natural del Saja-Besaya. La subida, sin descanso, atraviesa primero una zona de bosque y luego se abre permitiéndonos ver el valle frondoso desde arriba. Comienza a llover, pero subiendo no hace frío. Poco antes de la cumbre, en el kilómetro 78 pasa una moto de la organización bajando a toda velocidad. Está abriendo paso al primer participante, Evaristo, que baja como un misil ya de regreso a Cabezón después de haber completado ya más de 140 kilómetros. ¡Pero si a mí me queda más de la mitad! ¿De qué está hecho este tío? De lo mismo que yo no, por supuesto. Diez minutos después pasaría el segundo. Y luego el tercero. El cuarto. Y así muchos. ¡Son increíbles! En el alto están los controladores que registran el paso de los participantes y comentamos con ellos la hazaña de los primeros clasificados. Ahora hay que abrigarse pues hace mucho frío y el descenso es largo. Saco de la mochila la ropa de invierno. ¡He acertado con la ropa plenamente! El descenso es divertido, aunque hay que ir con cuidado pues me cruzo con los ciclistas que suben. Al llegar abajo me encuentro de nuevo a Pedro y Javier. Charlamos un ratillo, recargo el camelback, y sigo camino. |
El grupo de compañeros del ForoCantabriaMTB con los que entrené alguna etapa. ¡Habían organizado un buen banquete en Ucieda! |
Cerca de la Cruz de Fuentes encontramos muchos caballos en semilibertad |
El duro ascenso hacia la Cruz de Fuentes atraviesa un largo bosque de hayas |
Los controladores de la Cruz de
Fuentes están helados. La niebla
y la altitud se combinan para que la sensación térmica
sea bajísima. Me abrigo y me vuelvo a alegrar de la
elección de la ropa. Me dicen que voy en el puesto 450. Somos
muchos los supervivientes hasta el momento. Me alegro. El descenso hacia la carretera de Palombera es rápido a pesar de la niebla. Luego queda subir por carretera hacia el puerto. Me siento mucho mejor. Estoy dejando atrás el cansancio de la subida a Fuentes. Debería comer algo. Al coronar el puerto se sigue sin interrupción un descenso vertiginoso por la carretera, por las curvas enlazadas hasta el prado de Ozcaba. Allí me encuentro de nuevo a mis incansables Pedro y Javier. Les cuento mi cansancio y me animan. Me hacen comer unas galletas que ahora sí, mi estómago admite. Son mi salvación. |
La niebla cubre el puerto de Palombera |
Las profundas vistas del valle desde la subida a la Venta Vieja resultan impresionantes |
La subida a Venta Vieja, en su tramo final, ya con menos barro |
Hago una parada larga en la que
aprovecho para comer y charlar con los
míos. Javier quita el barro de Venta Vieja de mi cansada cadena
y la engrasa. Me ayuda a colocar las luces en la bici, pues en una hora
se hará la noche. Después del descanso y de las palabras
de
ánimo recibidas, unos besos y abrazos me despiden. Ahora debo
afrontar la temida última subida al Moral. Otra vez subir a
más de 1000
metros. ¿Podrán las piernas? He visto gente
retirándose aquí por los calambres. Pero me encuentro
bien. Salgo haciendo un caballito para hacerme el chulo delante de mi familia y me mentalizo para la subida. Voy calculando mentalmente. Son 600 metros de desnivel. En la cota 700 habré hecho la mitad. Me encuentro bien. Estoy sorprendido. Las sucesivas cascadas del arroyo Juzmeana van pasando por delante de mis ojos y tengo tiempo para admirarlas. Es uno de los lugares más bellos del bosque. Miro el altímetro del GPS y casi he llegado ya a la cota 700. Hago una parada de un minuto para estirar los músculos y sigo. Veo gente que sube andando. ¡Hay que llegar como sea! La parte final del ascenso es la más empinada, pero la ilusión también va creciendo y dando más fuerzas. Entro en la niebla y comienza a lloviznar. En poco tiempo oigo a los controladores charlando y luego les veo. ¡He completado la última subida! Me invade la alegría y vuelven las lágrimas a asomarse tímidamente a los ojos. Sólo queda ya el descenso hacia Cabezón. |
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El frío es intenso y ha
empezado a llover con algo más de
fuerza, por lo que me pongo toda la ropa que tengo. Empieza a oscurecer
y enciendo las luces de la bici. Después de un tramo
más o menos llano con algunos repechos empieza el
auténtico descenso. Debo ir despacio porque aunque la luz es
buena, sólo se ve a unos cuantos metros de distancia. No quiero
caerme por un bache traicionero ahora que estoy tan cerca de alcanzar
mi meta. La noche se va cerrando, aumentada por la niebla y la lluvia.
No hay pueblos alrededor. Ni una luz. Pienso en los lobos. La bajada se hace muy larga y el frío comienza a penetrar haciéndome tiritar. No importa. Sigo pensando. Llevo 14 horas y pico sobre la bici y he tenido mucho tiempo para pensar. Me imagino ya en la meta. De pronto encuentro un cruce sin señalizar. Pero, ¡si de día nunca lo he visto! ¡Cómo cambia la noche la percepción del espacio! Sigo recto y enciendo la luz del GPS para comprobar que voy por el buen camino. Compruebo con alivio y satisfacción que así es. Me encanta la tecnología. Días más tarde me enteré que algunos se habían perdido aquí y les había entrado un poco de miedo. En la ciudad no estamos acostumbrados a tanta oscuridad toda junta. La llegada al valle viene acompañada de los saludos de ánimo de la gente del último avituallamiento. Cuántas horas llevan ya aguantando allí, ahora totalmente a oscuras. No paro, pues lo único que cuenta ya es llegar. Estoy tiritando de frío y las piernas parece que no responden. Poco a poco las obligo a pedalear y se van calentando. Paso por Ucieda. Unos kilómetros de carretera oscura y luego cruzo el Saja en Santa Lucía. Ya casi estoy llegando. Avanzo a más de 30 kilómetros por hora y entro en las calles ya iluminadas de Cabezón. Cuando ya casi tengo la meta al alcance de la mano oigo una sirena y se cierran las barreras del paso a nivel del tren. ¡Qué rabia! Toca esperar. Estoy impaciente. Por fin oigo el tren. Es un mercancías. Pero ¡qué largo es! Nunca termina de pasar. Por fin se abre la barrera y puedo seguir. La gente que pasa por la calle me anima. Ya veo la meta, Anuncian mi dorsal y mi tiempo. 14 horas y 47 minutos. Y allí están los míos. Paula, Javier, Pedro, Conchi, Maite. Me abrazan y me felicitan. Lloro. |
La llegada a Cabezón, de noche, a las 22:47. |